Los rayos caloríficos emitidos en gran cantidad desde los bólidos surgidos al explotar, en un escaso intervalo de unos 3 segundos provocaron en la superficie del terreno un calor extremadamente elevado. Se calcula que la superficie de la tierra alcanza de 3.000 a 4.000 grados centígrados en el hipocentro, a un kilómetro llega a unos 1.800 grados y en las localidades a un kilómetro y medio, a más de 600. Debido a ello se originaron grandes incendios. Además, el calor llegó hasta muy lejos y hubo personas que estando fuera de casa a unos 4 kilómetros de la explosión sufrieron graves quemaduras por el calor irradiado.
Aquí se pueden ver tejas quemadas por la bomba, las llamamos “tejas hibaku”, es decir, quemadas por los rayos emitidos por la bomba atómica, alineadas según su distancia del hipocentro. El lado exterior de las tejas afectadas por la radiación directa de los rayos caloríficos hirvió generando burbujas y un rastro específico de espuma. Cuanto menor es la distancia, tanto más grandes son las burbujas y nos hacen ver el poder de destrucción de los rayos emitidos, algo totalmente fuera del alcance de toda imaginación.
Por experimentos hechos, exponiendo una teja a una temperatura de 1.800 grados durante 4 segundos, se pudo comprobar un fenómeno similar.